Ya no creo en el adiós...

Casi havia olvidado esa sensación. La sensación que produce esa bomba en mi pecho a punto de estallar después de verte de nuevo. Y que bien me sentí. Que feliz fui. Escondiéndome la emoción para mí sola, porque tengo la manía de guardármelo todo como el mayor tesoro. Y es que eso fue como un tesoro. Ni la tumba de Tutankhamon tiene tanto valor; y lo digo yo que soy una forofa de todo lo relacionado con el mundo antiguo. Me sentí afortunada por estar en ese momento en ese lugar; dónde casi nunca estoy. Dónde ayer estaba, simplemente, porque tenia que estar. Dónde te vi, simplemente, porque tocaba verte; porque a veces la suerte también me sonríe. Y ahora, después de calmarme, después de volver a la tierra he entendido, definitivamente, que por mucho que intente olvidarte, desterrarte de mi corazón o hacer cualquier cosa por el estilo, tú siempre serás la estrella más bonita de mi cielo. De ese cielo que miro todas las noches antes de acostarme. Y lo he entendido ahora; ahora que cojo un nuevo camino que me llevará lejos de ti. Y aunque esto me duela, me consuela saber que estarás bien. Porque eso lo sé yo. Porque no imagino un mundo en el que tú no estés bien. Porque nunca he imaginado, ni imaginaré, un mundo en el que los que yo quiero y aprecio no estén bien. Sí, lo sé; ya me estoy poniendo cutre. Ya estoy gastando esas palabras de amor que en otras situaciones me parecen repugnantes. Pero, ¿sabéis que? Yo también soy humana, y aunque me guste guardarme las cosas, cuándo lo dejo salir…lo dejo salir. Y aunque haya escrito todo esto, pienso que hay cosas que no puedo decir. Cosas que ni tú mismo sabrás. Porque aunque sepas muchas cosas, quizá demasiadas, nunca lo sabrás todo. Y a pesar de estar lejos de ti, deseo que todo te vaya bien. Deseo que seas feliz.