Hoy a sido, sin ninguna duda, un día para recordar. A las 8 de la mañana, Cristina y yo hemos salido del pueblo, montadas en nuestras respectivas bicicletas, dispuestas a pasar la mañana en el Parc Municipal de la Mitjana, en Lleida. Hemos cogido un camino con muchas subidas y pocas bajadas que nos ha llevado hasta Lleida, dónde hemos empezado a seguir carriles bici, aceras y pasos para peatones. Una vez en la Mitjana, hemos decidido hacer una ruta para vez toda la belleza del parque. Allí hemos disfrutado como niñas siguiendo los entretenidos caminos de tierra, arañándonos los brazos con las hierbas, perdiéndonos por bifurcaciones que no constaban en el mapa y, sobretodo, pasando por los puentes de madera que hacían un ruido similar al que hacen las vías de la Estampida de Port Aventura. Hemos estado bastante rato dando vueltas entre los árboles, hasta que muertas de hambre, hemos decidido parar a almorzar. Hemos pensado que el mejor sitio para comernos el bocadillo eran los bancos que hay nada más entrar en el parque. Así que sin pensárnoslo dos veces nos hemos sentado a comer en los bancos de madera. Cuándo ya nos habíamos comido los bocadillos, Cristina se ha levantado del banco como si hubiese visto el bicho más feo del mundo entero. Sus palabras: Sóc la puta ama! Claro, al ver que no me cuadraba lo que había dicho, le he preguntado que pasaba. Pero no ha hecho falta una explicación, me ha bastado con mirar el banco sobre el que estaba sentada y ver que estaba plagado de unos bichos horribles. Así que, me he levantado del banco saltando al estilo Heidi y sacudiéndome todo el cuerpo por si a caso tenia encima uno de esos bichos. No sabemos que bichos son esos, pero aquí os dejo dos imágenes para que veáis lo “monos” que son. De todas formas, hemos pensado que se puede tratar de una mezcla entre abeja y araña. Eso si, hemos descubierto que provienen del agua y que cuándo mueren se vuelven naranja.
Tras la experiencia con los bichos, hemos vuelto ha coger las bicis y hemos iniciado un nuevo recorrido por dentro del parque. Cuando hemos salido de la Mitjana nos hemos dirigido al río. Dónde hemos pasado un buen rato en el gimnasio al aire libre que hay en el lateral izquierdo del riu Segre. Una vez cansadas de sol y de maquinas de hacer ejercicio, nos hemos montado de nuevo en las bicis y hemos salido de Lleida dirección el instituto Joan Oró. Dónde, después de un pequeño error, nos hemos desviado a la derecha, siguiendo las indicaciones del Camino de Santiago. Hemos empezado a seguir el camino que, según las indicaciones, nos llevaría Butsenit. Pero cuando ya hacia un buen rato que seguíamos el camino, hemos comprobado que ya no podíamos avanzar más. Nos encontrábamos en medio de una gravera desierta y estábamos totalmente perdidas. Así que hemos decidido retroceder para ver si, por casualidad, nos habíamos dejado algún camino a la derecha que llevaba a Butsenit. Pero nada de nada. Ningún camino a la derecha, las dos del mediodía, mucho sol y nosotras perdidas en un camino sin salida. Pero por casualidades de la vida, en ese momento nos hemos cruzado con una mujer que se dirigía a su casa. La hemos seguido y le hemos explicado que estábamos totalmente perdidas y que no sabíamos como llegar hasta Butsenit. La mujer, muy maja por cierto, nos ha explicado como podíamos llegar a la Ermita de Butsenit y nos ha dejado pasar por su propiedad para facilitarnos el trayecto. Ya estábamos salvadas. Una vez en Butsenit, volver a Alcarràs era pan comido. Finalmente hemos llegado a la Ermita, donde nos esperaba la fuente que nos ha salvado la vida. Nos hemos refrescado y hemos empezado a beber como quien no ha bebido en su vida. No hemos visto ningún letrero donde dijese que el agua no era potable, así que no nos hemos preocupado. Una vez empapadas, nos hemos sentado en un banco, en la sombra de un pino, para descansar un poco. Al cabo de unos minutos nos hemos levantado para irnos, pero antes, hemos vuelto a la fuente para mojarnos de nuevo y llenar los botellines de agua. Pero en ese momento he visto un NO pintado en una piedra, a la cual no miras cuando ves que el agua está muy fresca y estás muerta de sed. He mirado a la izquierda del NO y he podido ver, medio borrado, AGUA. He mirado a la derecha del NO y he visto, POTABLE. En efecto: AGUA NO POTABLE. En unos segundos hemos vaciado los botellines y nos hemos puesto a reír, para no llorar. Ya era demasiado tarde. Habíamos bebido agua, ya no se podía hacer nada. Así que hemos vuelto a emprender nuestra marcha y hemos llegado de nuevo a Alcarràs. Rojas como tomates y con una temperatura de 700 grados. De todos modos, creo que recordaremos este día con mucho cariño. Una experiencia más para recordar y reír. Sobretodo, reír.
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