El dia que vimos amanecer...

Son las 23:11 horas y no sé porqué me he puesto a ver las fotos de cuando en junio de 2007 subimos a buscar la ya tradicional Flama del Canigó para la nit de Sant Joan.

Para los que no lo sepáis, el Canigó es un imponente macizo de nada más y nada menos que 2.784 m. Cuestan poco de decir pero no de subir.
Todo empezó cuando Blanca nos propuso a la pandilla si queríamos ir a buscar la flama del Canigó, ya que salía un grupo del pueblo y podía ser una experiencia bonita y emocionante.
Al final fuimos Blanca, su padre, su hermano y yo, acompañados de más gente del pueblo.
Fue impresionante. Nos fuimos del pueblo dejando atrás un dia soleado en el qual el señor Sol juraba ser severo y calentar a más no poder; pero cuando llegamos allí el clima había cambiado por completo. Niebla y frío. ¡Mucho frío! ¡Pero que bien!
Nada más llegar saqué la cámara del bolsillo y empecé a hacer fotos y más fotos. Las personas que me conocéis ya sabéis que no puedo vivir sin mi cámara.

Hice fotos a todo; a Blanca, a las tiendas de campaña, al pico del Canigó (que de lejos no parecía tan imponente), a los árboles,…Vamos, a todo lo que el ocular de mi cámara era capaz de enfocar.
Entre la multitud de fotos he encontrado los vídeos en lo que se puede oír mi intensa respiración, que no se si era de cansancio o de la emoción.

Ese dia vimos amanecer subiendo esa imponente montanya. Era impresionante. Empezamos a subirla cuando la luna aun guardaba el cielo y no llegamos a la cima hasta aproximadamente las 10 de la mañana.
Pero antes de llegar a la cima, Blanca y yo nos encontramos con algunos problemas. Nosotras subíamos más alegres que un niño con un Chupa-Chups en la boca (si es que los niños de hoy en dia se conforman con eso), cuando de pronto nos dimos cuenta de que no seguíamos el camino indicado: - Per aquí no és! Hi ha massa pedres sueltes!. Efectivamente. Nos habíamos dejado las flechas que indicaban el camino unos metros atrás. Empezamos a reír (es lo mejor que puedes hacer en una situación así) y nos dejamos guiar por las flechas pintadas en las piedras.
Por fin llegamos a la cima. ¡Que paisaje! ¡Que maravilla! ¡Que emoción! Y que grande me sentí cuando lo vi todo bajo mis pies. Era impresionante. Un viento suave acariciava mi cara y se podían ver las nubes bajas que solo dejaban salir los picos de las montañas de alrededor.
Nos sentamos y nos hicimos fotos en la cima.

Finalmente, antes de bajar nos tomamos un plátano para recuperar las fuerzas.

¡Ese dia si que llegamos a lo más alto!