Os voy a confesar una cosa. Me da miedo la palabra adiós. Bueno, la palabra en si no me da miedo, lo cierto es que lo que me aterra es el momento en el que la tendré de utilizar. Y si me pongo más dramática, el momento en que la querré utilizar y quizás no podré.
Dejando atrás este quiero y no puedo voy a entrar en el núcleo de la cuestión. La palabra adiós me produce escalofrío solo cuando pienso en él, esa persona que esta cerca de estar lejos. Muchas noches cuando me acuesto pienso en el temido momento. Ese momento que tendré que demostrar que soy una roca, una roca que ha permanecido durante años en un sitio y ahora desaparecerá de allí; como cuando los británicos se llevaron las ruinas egipcias a Inglaterra. Es un ejemplo al cual quizás no encontráis la gracia, pero es lo primero que me ha pasado por la cabeza.
Cuando llegue el momento de utilizar la palabra adiós una parte de mi morirá. Una parte de mi dejará de funcionar, como cuando en un reloj se estropea la aguja segundera y las otras continúan funcionando. Podéis pensar que no hace falta dramatizar tanto, porqué aunque una parte de mi muera aún quedará Edurne para rato. La verdad es que es esto lo que me da miedo. El hecho de que con esta pequeña pero gran muerte Edurne deje de ser Edurne. No se si me explico bien. Es tan complicado pensar en ese adiós y en lo que significará para mi que no se como dejar por escrito todo lo que me está pasando por la cabeza. No quiero decir nada más. Ya he dicho suficiente. Quizás demasiado.
Solo os diré que hoy el profesor de filosofía nos ha dicho que el corazón acostumbra a ganar a la razón. Y que razón tiene.
Dejando atrás este quiero y no puedo voy a entrar en el núcleo de la cuestión. La palabra adiós me produce escalofrío solo cuando pienso en él, esa persona que esta cerca de estar lejos. Muchas noches cuando me acuesto pienso en el temido momento. Ese momento que tendré que demostrar que soy una roca, una roca que ha permanecido durante años en un sitio y ahora desaparecerá de allí; como cuando los británicos se llevaron las ruinas egipcias a Inglaterra. Es un ejemplo al cual quizás no encontráis la gracia, pero es lo primero que me ha pasado por la cabeza.
Cuando llegue el momento de utilizar la palabra adiós una parte de mi morirá. Una parte de mi dejará de funcionar, como cuando en un reloj se estropea la aguja segundera y las otras continúan funcionando. Podéis pensar que no hace falta dramatizar tanto, porqué aunque una parte de mi muera aún quedará Edurne para rato. La verdad es que es esto lo que me da miedo. El hecho de que con esta pequeña pero gran muerte Edurne deje de ser Edurne. No se si me explico bien. Es tan complicado pensar en ese adiós y en lo que significará para mi que no se como dejar por escrito todo lo que me está pasando por la cabeza. No quiero decir nada más. Ya he dicho suficiente. Quizás demasiado.
Solo os diré que hoy el profesor de filosofía nos ha dicho que el corazón acostumbra a ganar a la razón. Y que razón tiene.
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