Como muy bien me acaba de decir una gran amiga, todo no se puede tener. Es una verdad como una catedral, pero aún así me he puesto como una fiera. Me he puesto a escribir este texto sabiendo que por mis venas ahora mismo no corre sangre, sino veneno. Sí, estoy de mala leche. Y punto. Así que, seguramente, esta post dejará mucho que desear. Pero esto, ahora mismo, no me importa mucho. Lo importante es dejar parte de la energía negativa en forma de letras, palabras y… ¡que sé yo!. Lo peor de todo es que cuando nos enfadamos empezamos a decir todo lo que nos sale por la boca y que, además, no se ha filtrado por el cerebro. Así que, cuando ya nos hemos quedado a gusto, empieza la fase de arrepentimiento. Por partida doble. Primero porque te arrepientes de lo que has dicho o hecho, y segundo porque no puedes evitar pensar que si hubieses hecho las cosas antes todo habría sido diferente. Pero, al fin y al cabo, lo hecho, hecho está. Y ahora estaréis pensando: ¡Que conformista esta muchacha! Pues no. Pero es que sino intento pensar más o menos así, el día puede acabar mal. Y tampoco quiero esto. Sé que escribiendo este post tampoco voy a soltar todo el veneno, pero al menos lo comparto un poco.
En fin, me parece que me voy a tomar una ducha bien fría, me vestiré y me iré a casa de Noj. Por supuesto, totalmente tranquila. Pero…¡que rabia!
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