Nubes que galopan por el cielo, como fieras desatadas que buscan una presa fácil de despedazar. Viento que se enfurece en cuestión de segundos. Agua que empieza acariciando el suelo y termina arrastrando todo lo que encuentra a su paso. Y yo, dentro de casa, mirando los rayos a lo lejos; escuchando como se acercan los truenos que retumban en mis oídos. Y los minutos pasan. Y los rayos cada vez más cerca. Y los truenos ya llaman a la puerta. Empieza a llover. Las gotas parecen pequeños misiles. Ruido. Mucho ruido. Viento. Rayos. Truenos. ¿Miedo? No. De momento no. Y el agua cae con más rabia. Y más. Y más. Y más. Y el viento dobla los árboles. Y se va la luz. Y vuelve. Y se va. Y vuelve. Y se va y ya no vuelve. A oscuras buscamos una linterna. Una cerilla. Un mechero. Una vela. Si, una vela. Y ya tenemos luz. Nos vemos las caras gracias a la luz de las velas. Pero no, no es una escena romántica. Parece más bien una escena de una película de terror. Toda la familia dentro de casa. Unos asustados, otros entusiasmados. Pero todos juntos. Y, en realidad, con eso ya basta. Y el viento sopla más fuerte. No se ve nada. Las cortinas de agua no dejan ver lo que hay a escasos metros. Con cada rayo se hace de dia. Se ven las gotas que bajan sin piedad, con destino fijo. El viento no perdona. Se lo lleva todo. Hasta las ideas, creo yo. Y de repente un trueno que parece que indica el fin del mundo. Los ojos como platos. Y, sin saber como, me veo encima del sofá. Pero sigo creyendo que no tengo miedo. Y no, no lo tengo. Son, simplemente, los impulsos del propio cuerpo. Para que darle más vueltas. Y como si el último trueno hubiese sido la traca final, los rayos ya se observan a lo lejos. Los truenos a penas se oyen. El viento ya casi no sopla. El agua parece que pide perdón por su comportamiento, mientras acaricia todo lo que toca. Y vuelve la luz. Y todos nos miramos. Y todos recuperamos nuestra cara de siempre. Y decimos que ya pasó. Y nos calmamos. Y salimos al jardín y lo vemos todo lleno de agua. Respiramos el olor a tierra mojada. Notamos el aire fresco en nuestra piel y nos parece un regalo. Me voy a la cama. Cierro los ojos. Pienso. Pienso que tendrán las tormentas para que, de vez en cuando, me guste presenciar alguna.
Sóc conscient que sense la gent que em llegeix aquest bloc no tindria massa sentit, és per això que he decidit apropar-me una mica més a tots els que, de tant en tant, feu una ullada a les meves reflexions. Així doncs, deixo a la vostra disposició la direcció de correu electrònic del bloc: edurnezermoduz@hotmail.es, per si algú de vosaltres vol enviar-me qualsevol queixa, inquietud, aportació, opinió, etc. MOLTES GRÀCIES!
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Después de la tormenta siempre llega la calma, pero se que después de tí... después de tí no hay nada...
ResponEliminaHo sento, m'ha recordat molt a la canço... jajajjaja