Hoy voy a dedicar el post a mi ídolo de la infancia, Andoni Zubizarreta, un gran portero que pasó por equipos como el Athletic de Bilbao, el Valencia y el Barça. Esta noche, durante la cena, he recordado con mis padres lo enamorada que estaba de Zubizarreta. Según me han contado, cada vez que veía un partido me volvía loca. Aplaudía, gritaba, saltaba y, sobretodo, me enfadaba si le metían un gol; no con él, sino con el jugador que se lo metía. Yo no recuerdo estos momentos de euforia, pero sí me vienen a la memoria imágenes de las paredes de mi habitación, las cuales estaban repletas de fotos, posters e incluso caricaturas de mi portero favorito. Empezó a gustarme, más o menos, a la edad de los cinco años y mi pasión por él duró hasta que se retiró, es decir, cuando yo tenía unos once años. Pese a su retirada, seguía admirándole, le tenía cariño, al fin y al cabo había sido mi ídolo durante casi toda mi infancia. Y ya que hemos entrado en el tema, os diré que durante mi infancia tuve dos grandes pasiones; Zubizarreta y Piolín. Sí, Piolín, el pollito que perseguía el lindo gatito. No me preguntéis porque me gustaba tanto Piolín, pero hubo un tiempo en el que los estantes de mi habitación estaban repletos de peluches de este personaje. La verdad sea dicha, hay que reconocer que es una monada de animalito. En fin, que nos vamos del tema. Zubizarreta representaba mucho para mí. Recuerdo que cuando era pequeña mi mejor amigo era mi balón. Pasaba los recreos jugando a futbol, y aunque era muy mala de portera, a veces quería ponerme bajo los palos para intentar parar los balones como lo hacía él. No obstante, me gustaba mucho más jugar de delantera. ¿Por qué? Muy fácil; para marcar goles. En fin, Zubizarreta marco una etapa de mi vida y aun hoy le admiro. Quizás algún día me lo encuentre y le pueda pedir un autógrafo mientras le cuento que fue mi ídolo años atrás. Es curioso lo importantes que pueden llegar a ser algunas personas. Además, ¿sabéis una cosa? ¡De ilusión también se vive!
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