Ella se’l mirava embadalida. Aquella samarreta de màniga curta li quedava increïblement bé. No podia dir que tingues els braços molt musculats, però a ella tant li feia, mai li havien agradat aquells braços que de tant musculats semblava que anessin a explotar. Ell era l’home quasi perfecte. De tant en tant, de tant mirar-lo, se li escapava un petit somriure que mai allargava més de dos segons; aquell dia, tot i tenir-lo al costat, li costava somriure. No podia creure que estigués agitada amb ell. Tant de temps desitjant que arribés aquell moment i, tot i que li fes mal reconèixer-ho, no havia estat com ella hauria volgut. Per al seu gust, li havia costat massa convèncer-lo. Tot i que, per què pensar en el passat? Ara era seu, i això era el que de veritat comptava. Va tornar a somriure. La seva cara dibuixava una expressió de pau; es notava que dormia plàcidament. I mentre el mirava pensava en les coses que podrien fer junts. Qui sap, potser per fi podria formar una família amb l’home que tant estimava. Seria tant feliç! De cop, va pensar que seria una bona idea llevar-se i posar-se guapa expressament per ell. Es posaria el mateix vestit que portava el dia que es van conèixer, així recordarien vells moments i riurien com dues criatures. I així ho va fer. Es trobava tant guapa amb aquell vestit. Mentre es mirava al mirall, va pensar que no estaria de més maquillar-se una mica. Es va posar una mica de coloret per amagar que aquell matí s’havia llevat amb la cara una pèl pàlida. A continuació, es va posar una mica de rímel i es va pintar una mica els llavis amb un color força discret. Estava maca. Era maca. Va tornar a l’habitació i va seure al seu costat. Ell també estava guapo. Quan el mirava, no podia evitar esbossar algun que altre somriure, fins que de cop la seva cara va canviar d’expressió. En el fons, tot allò no estava bé. No era just. En realitat, era una egoista. No podia pensar tant en el seu futur, perquè en realitat ella no sabia el que volia ell. Mai no ho havien parlat. I de cop es va sentir la dona més desgraciada del món. Desgraciada, sí, perquè, després de tant somniar desperta, va comprendre que si ell estava agitat al seu costat era gràcies al trep que portava al cap, fruit del ferro que ella portava expressament al maleter del cotxe. Probablement, la seva dona l’estava buscant, ignorant per complet que el seu marit jeia mort al llit d’una boja que s’havia enamorat d’ell un matí en veure’l sortir del banc.
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Ella le miraba embelesada. Aquella camiseta de manga corta le quedaba increíblemente bien. No podía decir que tuviera los brazos muy musculados, pero a ella le daba igual, nunca le habían gustado los brazos que de tan musculados parecía que fueran a explotar. Él era el hombre casi perfecto. De vez en cuando, de tanto mirarlo, se le escapaba una pequeña sonrisa que nunca alargaba más de dos segundos; ese día, a pesar de tenerle al lado, le costaba sonreír. No podía creer que estuviera acostada con él. Tanto tiempo deseando que llegara ese momento y, aunque le doliera reconocerlo, no había sido como ella hubiera querido. Para su gusto, le había costado demasiado convencerle. Aunque, ¿por qué pensar en el pasado? Ahora era suyo, y eso era lo que de verdad importaba. Volvió a sonreír. Su cara dibujaba una expresión de paz; se notaba que dormía plácidamente. Y mientras lo miraba pensaba en las cosas que podrían hacer juntos. Quién sabe, quizás por fin podría formar una familia con el hombre que tanto amaba. ¡Sería tan feliz! De repente, pensó que sería una buena idea levantarse y ponerse guapa expresamente para él. Se pondría el mismo vestido que llevaba el día que se conocieron, así recordarían viejos momentos y reirían como dos criaturas. Y así lo hizo. Se veía tan guapa con ese vestido. Mientras se miraba al espejo, pensó que no estaría de más maquillarse un poco. Se puso un poco de colorete para ocultar que aquella mañana se había levantado con la cara un poco pálida. A continuación, se puso un poco de rimel y se pintó un poco los labios con un color muy discreto. Estaba guapa. Era guapa. Volvió a la habitación y se sentó a su lado. Él también estaba guapo. Cuando lo miraba, no podía evitar esbozar alguna que otra sonrisa, hasta que de golpe su cara cambió de expresión. En el fondo, todo aquello no estaba bien. No era justo. En realidad, era una egoísta. No podía pensar tanto en su futuro, porque en realidad ella no sabía lo que quería él. Nunca lo habían hablado. Y de pronto se sintió la mujer más desgraciada del mundo. Desgraciada, sí, porque, después de tanto soñar despierta, comprendió que si él estaba acostado a su lado era gracias al golpe que llevaba en la cabeza, fruto del hierro que ella llevaba expresamente en el maletero del coche. Probablemente, su mujer le estaba buscando, ignorando por completo que su marido yacía muerto en la cama de una loca que se había enamorado de él una mañana al verlo salir del banco.
Ella le miraba embelesada. Aquella camiseta de manga corta le quedaba increíblemente bien. No podía decir que tuviera los brazos muy musculados, pero a ella le daba igual, nunca le habían gustado los brazos que de tan musculados parecía que fueran a explotar. Él era el hombre casi perfecto. De vez en cuando, de tanto mirarlo, se le escapaba una pequeña sonrisa que nunca alargaba más de dos segundos; ese día, a pesar de tenerle al lado, le costaba sonreír. No podía creer que estuviera acostada con él. Tanto tiempo deseando que llegara ese momento y, aunque le doliera reconocerlo, no había sido como ella hubiera querido. Para su gusto, le había costado demasiado convencerle. Aunque, ¿por qué pensar en el pasado? Ahora era suyo, y eso era lo que de verdad importaba. Volvió a sonreír. Su cara dibujaba una expresión de paz; se notaba que dormía plácidamente. Y mientras lo miraba pensaba en las cosas que podrían hacer juntos. Quién sabe, quizás por fin podría formar una familia con el hombre que tanto amaba. ¡Sería tan feliz! De repente, pensó que sería una buena idea levantarse y ponerse guapa expresamente para él. Se pondría el mismo vestido que llevaba el día que se conocieron, así recordarían viejos momentos y reirían como dos criaturas. Y así lo hizo. Se veía tan guapa con ese vestido. Mientras se miraba al espejo, pensó que no estaría de más maquillarse un poco. Se puso un poco de colorete para ocultar que aquella mañana se había levantado con la cara un poco pálida. A continuación, se puso un poco de rimel y se pintó un poco los labios con un color muy discreto. Estaba guapa. Era guapa. Volvió a la habitación y se sentó a su lado. Él también estaba guapo. Cuando lo miraba, no podía evitar esbozar alguna que otra sonrisa, hasta que de golpe su cara cambió de expresión. En el fondo, todo aquello no estaba bien. No era justo. En realidad, era una egoísta. No podía pensar tanto en su futuro, porque en realidad ella no sabía lo que quería él. Nunca lo habían hablado. Y de pronto se sintió la mujer más desgraciada del mundo. Desgraciada, sí, porque, después de tanto soñar despierta, comprendió que si él estaba acostado a su lado era gracias al golpe que llevaba en la cabeza, fruto del hierro que ella llevaba expresamente en el maletero del coche. Probablemente, su mujer le estaba buscando, ignorando por completo que su marido yacía muerto en la cama de una loca que se había enamorado de él una mañana al verlo salir del banco.
Vaja Endurne, molt bon relat. Una abraçada!
ResponEliminaOstras Edurne, m'ha impactat!! jejej
ResponEliminaAps molt xula la foto!
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