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dilluns, 9 de març del 2009

¿Como podía ser tan despreciable?

Si había una persona en el mundo a la que no pudiera ver esa era ella. No le aguantaba. Producía tanta aversión en mí que ya había optado por no gastar ni un poco más de mi saliva en conversaciones estúpidas. Solo abría la boca para explicar todas sus penas y eso me reventaba. Le tenía tanto desprecio que ya ni siquiera le prestaba ayuda. Mi reacción hacia ella me producía un cierto desconcierto. No podía ser que yo, una persona que siempre intentaba ayudar, les estuviera dando la espalda. Me sentía mal pero al mismo tiempo pensaba que era mucho mejor levantar un muro que dejar que me tomase el pelo. Pero aquel desprecio, ¿era mutuo? No lo sabía. Ella siempre tenía una sonrisa para regalar. Aunque en aquella sonrisa se podía apreciar cierta maldad y egoísmo. Tengo que reconocer que esa sonrisa era su mejor arma. Cuando te miraba con sus ojos negros y en su cara se dibujaba dicha sonrisa no podías hacer nada para no devolverle el gesto de simpatía. Sin embargo, en mi interior mis tripas entraban en combate y producían en mi cierto mal estar. Era como degustar un plato asqueroso y fingir que me gustaba. En esos momentos reconocía que mi voluntad era débil. Quería dejar de hablarle pero no podía. No era capaz de darle la espalda a alguien que veía cada día. La falsedad nunca abundó en mi, por eso me atormentaba el hecho de sonreír cuando en realidad lo que quería era escupirle en la cara. No era mala. Era solo que no podía reunir todo el valor para decirle cara a cara: ¡Vete a la mierda!

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